martes, mayo 12, 2009

La tecnología como elemento de progreso

En toda política de estado es necesario calificar y clasificar los distintos productos de uso interno para, según sea el caso, favorecer o entorpecer el uso de aquellos que son necesarios para el sustento de los habitantes de un país, aquellos que son buenos aunque no vitales, aquellos que son malos, y aquellos que aunque no son malos por sí mismos son elementos que no son necesarios para una vida plena y por lo tanto su consumo representa simplemente un lujo. Entre los primeros se encuentran los elementos de primera necesidad, cosas tan vitales como la leche, la harina, algunos cereales, la educación y el transporte público; elementos tan necesarios que el estado ha tomado el compromiso de subvencionarlos para asegurar que toda la población tenga acceso a ellos por muy pobre que cualquier ciudadano pudiera ser. Entre los segundos se encuentran los elementos cuyo consumo es positivo para la población, como los libros o la música; artículos a los que se les mantiene impuestos bajos con el fin de mantenerlos en precios lo más accesibles posibles sin llegar a los extremos de lo anteriores. En los restantes grupos se encuentran objetos cuyo consumo representan, o bien un daño para quien los consume, o la evidencia de que quién los compra tiene un muy buen pasar y ya ha satisfecho con creces sus necesidades; a estos se los grava con importantes impuestos, ya sea para desalentar su consumo o como método para redistribuir la riqueza de los que más tienen hacia los que menos pues estos impuestos mayores ayudarían a equiparar las subvenciones hacia los artículos de primera necesidad. Si bien es éste el criterio general, nos encontramos con cientos si no miles de excepciones que varían según las necesidades, costumbres y decisiones políticas de cada país, pues como dije anteriormente, se trata de una política de gobierno y no una clasificación científica. Lo que para una región es un artículo considerado como "de primera necesidad" en otro lado podría no serlo.

Lamentablemente la mayoría de los países parecen coincidir en considerar que la tecnología es un artículo de lujo, y que quien la consume lo hace para satisfacer su placer, y que este tipo de artículos no puede ayudar de forma significativa al progreso de la población. Este concepto no fue muy errado durante la década de 1980, la tecnología era utilizada con exclusividad por grandes corporaciones, o por personas con importantes ingresos quienes la consumían como un artículo de lujo y que rara vez utilizarían como elemento de producción, o lo que es lo mismo, como herramienta para el crecimiento de de la riqueza nacional.

En nuestros días esto es difícilmente cierto. La tecnología se ha transformado en una herramienta básica para cualquier ciudadano; aquel que pretenda descartarla se encuentra en clara desventaja con respecto a quien sí la utiliza con regularidad. No contar con teléfono celular es un elemento negativo en una oferta laboral, no saber redactar un documento usando herramientas de ofimática es equivalente a no saber escribir, no tener acceso a internet es tan serio hoy como lo fue en otros tiempos no saber leer. Las reuniones laborales se realizan en muchísimos casos a través de servicios de mensajería instantánea, los celulares comunican a personas no sólo a través del mundo sino dentro de las ciudades o incluso edificios ahorrando incontables minutos a quien quiera comunicarse inmediatamente con un compañero, su jefe o un empleado. La tecnología ha cambiado el mundo, y el mundo la da por sentada. Simplemente hay que echar un vistazo a algunas estadísticas para darnos cuenta de lo necesaria que es en la vida laboral presente: En el Reino Unido sólo el 29% de los adultos no usan internet, y de estos el 75% no consigue trabajo. Hay una clara ventaja laboral, económica y social en aquellos que utilizan las tecnologías para comunicarse con sus pares, para establecer relaciones personales y, en definitiva para establecerse como un miembro productivo de la sociedad.

No puede tratarse a la tecnología como un artículo de lujo o como un artículo nocivo para las personas; ninguna política de estado correcta puede considerar que una computadora, un celular, un disco óptico o un mouse representan artículos que sólo consumen aquellos que tienen tanto dinero que ya no saben qué hacer para gastarlo. Hacerlo implica generar una brecha aún mayor entre ricos y pobres, tanto como lo sería gravar con grandes impuestos a los libros, al servicio de telefonía fija, al transporte público o a la música. No estoy diciendo que estas cosas no ocurran en el mundo sino que cuando lo hacen atentan directamente contra los más pobres negándoles igualdad de oportunidades laborales, económicas y culturales mientras atentan directamente contra el progreso de la nación y la riqueza del pueblo sin importar del lugar en dónde suceda.

Peter Smile