Hoy no puedo entrar a Cuevana. Mi ISP lo bloqueó en respuesta a una medida cautelar tomada por un Juez que consideró que lo mejor para solucionar un problema era ocultarlo.
Cuevana es el Napster de nuestra era, pero no en términos técnicos (puesto que son dos plataformas muy diferentes), sino porque al igual que Napster, la aparición de Cuevana fue una enorme patada en el culo para la industria de la producción audiovisual que se movía a pasos de tortuga en una era en la que o te mantenés en ritmo, o el mismo ritmo te come. Cuevana fue el primero (o uno de los primeros) en ofrecer a los usuarios un servicio (legal o no, discutámoslo luego) para ver películas fácil y rápido en nuestras computadoras. Y Cuevana lo hizo bien, por eso fue un éxito. Todos los demás intentos (¿Netflix en Argentina?) fueron un fracaso porque las productoras y las distribuidoras nunca entendieron lo que los usuarios querían y cuanto estaban dispuestos a pagar por ello. Y entonces aparecen las iniciativas de usuarios independientes (Cuevana, Napster, Taringa, The Pirate Bay), crecen, y se convierten en amenazas para la industria.
Ahí tenemos una parte del problema que no se soluciona con el bloqueo a Cuevana. Tenemos una industria que hoy todavia no tiene absolutamente nada similar para ofrecer a los usuarios. Y mientras un Juez bloquea Cuevana, 3 adolescentes en alguna punta del mundo están levantando un server con alguna alternativa. Es el cuento de nunca acabar (¿Bloquearon Wikileaks? o ¿The Pirate Bay?).
Demos vuelta la página y hablemos de otro problema, en mi opinión un poco más grave, que es la decisión de obligar a los ISPs a bloquear un sitio Web. Una bofetada a la neutralidad en la red y la libertad de los usuarios para acceder al contenido que quieran. Esto sienta un precedente; hoy bloquean Cuevana vaya a saber con que criterio técnico, mañana pueden bloquear cualquier otro sitio. Desde hoy, alguien decide que es lo que ves y que es lo que no ves en Internet.
Los que me conocen de años, saben que soy un abanderado de la libertad en la Web, del código abierto, y de la cultura Creative Commons. Hoy no puedo entrar a Cuevana y estoy indignado; no por Cuevana en si, sino porque alguien me esta diciendo que no puedo escribir una URL en mi navegador. Deseo, desde lo más profundo de mi consciencia, que los Argentinos afectados podamos hackear el sistema. Hackear el sistema hasta que el las industrias, la justicia y los gobiernos se de cuentan que el monstruo no se doma.