¿Cuantas veces nos agarramos a piñas acá discutiendo sobre la diferencia entre usabilidad y funcionalidad? ¡Miles! Y si bien nunca llegamos a una conclusión definitiva, lo cierto es que la discusión sirve para plantear un tema fundamental, y que es en que casos la tecnología funciona ofreciéndonos soluciones optimizadas para hacernos la vida más fácil, y en que casos se limita a cumplir una función como si fuera un martillo o una tenaza.
Al discutir sobre esto, caemos en el error -bastante común por cierto- de interpretar que la usabilidad (y por consiguiente, la "experiencia de uso" o "UX") se limita al diseño estético de los dispositivos y las aplicaciones. La imagen que ilustra ésta publicación (recortada de design.org) ejemplifica magistralmente con cereales la diferencia entre estos dos conceptos (UI - Interfaz de Usuario, UX - Experiencia de Usuario). La cuchara es la interfaz, el vaso con leche y cereales listo para ser consumido es la experiencia completa. Si, el cereal está vencido o la leche está ácida, por más que la cuchara tenga un diseño hermoso y un agarre óptimo, la experiencia de tomar ese desayuno no será la mejor para el consumidor.
El diseño estético siempre es importante, pero también son importantes los otros detalles que hacen a la usabilidad y a la experiencia de uso. Detalles que muchas veces no son visibles, y que son fundamentales para que la tecnología sea un verdadero aporte a nuestro día a día, nos inspire y nos permita desarrollarnos. Cuando estos detalles no son tenidos en cuenta, y la tecnología se limita a ser meramente funcional, se vuelve un verdadero desperdicio de potencial, una oportunidad perdida para que los productos sean mejores productos, y los consumidores se sientan más satisfechos.