Este fue el año en el que dejé de creer. Dejé de creer en el miedo, en la mentira, en el rencor, en el resentimiento. Dejé de creer en la ilusión de que tenía algo que perder. Dejé de creer en la crítica, en el "que pasará si…?". Dejé de creer en lo que pensé que los demás estaban pensando de mí. Dejé de creer que todo lo bueno, y todo lo malo, me sucedía "a mi". Dejé de creermela.
Me propuse abandonar la creencia, y probar con la fe. Porque el que cree se aferra, y ya bastante podrido estaba de aferrarme a cosas que después temía perder. En cambio la fe es el camino del abandono, en el -buen- sentido de la palabra. Y en el momento más difícil, decidí probar y abandonarme al flujo de las cosas. Al curso natural del río por el cual siempre estuve haciendo esfuerzo por mantenerme a flote, mientras ignoraba que era mucho más fácil hacer la plancha. Decidí probar y tener fe en que todo saldría bien.
No fue fácil, porque mi cerebro estuvo programado durante 30 años para funcionar de una forma determinada y el esfuerzo que tuve que hacer, día tras día, fue soberanamente zarpado (no les voy a mentir). Sin embargo, en el camino, aprendí. Y me rodeé de gente maravillosa que me ayudó a animarme. Y tropecé. Y me levanté. Y tropecé de nuevo. Y me levanté de nuevo… hasta que finalmente, entendí.
Entendí que todo es, simplemente, lo que es. Que las cosas "no me suceden a mi", sino que soy yo mismo "lo que está sucediendo". Y que cada uno de nosotros está sucediendo, en una armonía musical fabulosamente perfecta. Entendí que no somos víctimas de la vida. Y si así lo sentimos, es importante recordar que el poder que tenemos en nuestras manos de cambiar, hacer cosas lindas y maravillosas, puede generar mucho bien. Y que eso mismo te hace sentir muy bien.
Entendí que tenía que dejar de lamentarme por lo que pasó, porque eso ya no existe. Que tenía que dejar de esperar a "ser mejor", "mas profesional", "mas grande", "más rico", "mas viejo" o "más capo", porque eso sencillamente nunca llegaría. Entendí que esto es todo lo que hay. Y si relajo mi respiración y cuento hasta diez, la ilusión de lo malo que pueda llegar a sucederme (esa película que en tu cabeza parece una catástrofe), por más real y oscura que parezca, se desvanece.
No soy un iluminado ni mucho menos. Día tras día trabajo, la peleo para llegar a fin de mes y lucho contra los mismos miedos, fracasos y ansiedades que vos. Sin embargo, ahora camino con un poco más de calma… y me río muchísimo. De hecho, me cago bastante de risa de todo, todo el tiempo. Y mientras me río, me animo. Y mientras me animo, animo a todo y todos los que me rodean… :)
Por eso hoy me animo a contarles esta parte tan intima de mi vida. Porque capaz que estas palabras los animen a ustedes también.
Hoy cumplo 31 años. Y decidí que era una fecha ideal para lanzar el trabajo conductor de mi vida durante éste último año. Se llama "Wake Up" (si, ya sé, no digan nada.) y es el nuevo disco de The Kyoto Connection. Y lo voy a reglar. Simplemente porque tengo ganas de que así sea :)