miércoles, noviembre 06, 2013

"Lo malo de trabajar en comunicación, es que descreés de todo"

... escribí en Twitter hace un tiempo y viendo la repercusión que tuvo esta frase, me pareció que en algún momento estaría bueno desarrollar un poco más el tema. Bueno, llegó ese momento.

Partamos de la base de que nuestras vidas está rodeadas de lo que yo llamo "historias diseñadas". Esto significa que allí a donde miremos, hay algo que nos quiere estimular, que pretende hacernos experimentar una historia, y que fue diseñado por alguien. Por ejemplo, el diseño de nuestro departamento (probablemente alguien lo haya trazado en base a la "experiencia de vida" que pretendía que sienta quien habitara el lugar), el ambiente de un restaurant (diseñado en base al momento que se quiere generar mientras se come), el diseño de nuestras ropas (para hacernos sentir "cancheros", "serios" o "importantes", etc.), la música que suena en la radio (diseñada para estimular nuestras emociones), los carteles publicitarios (diseñados para captar nuestra atención y vendernos lo que sea) e infinitos etcéteras.

Las marcas y los medios de comunicación se dieron cuenta de esto hace muuucho mucho tiempo. Pero eso no es todo. También se dieron cuenta de que al mecanismo de "ego" de nuestro cerebro, le encanta ser el protagonista de esas historias. La formula no falla. "Construyamos una buena historia con la cual la gente se sienta identificada, y vendemos... ¡lo que sea!" Efectivamente es así, la sociedad de consumo es la clara demostración de que esta formula funciona.

Yo trabajo en comunicación, y también construyo historias. Entonces me cuesta involucrarme "inocentemente" en muchas de ellas, simplemente porque ya conozco el truco:

Hace poco fue época de elecciones en mi país. Radio y TV inundadas de avisos de los diferentes candidatos políticos. No le creí a ninguno. Cada vez que veía o escuchaba un spot, detectaba las palabras que habían sido puestas "a diseño" para construir la historia que ellos querían que yo me crea. Podía imaginar a los guionístas discutiendo "mejor hablemos de la [palabra clave] igualdad de derechos, eso siempre funciona acá".

Cada vez que veo una publicidad de un nuevo auto, detecto la misma combinación: una escena en la que hay un hombre, moderadamente joven, económicamente establecido, probablemente bien parecido, con una mujer hermosa al lado, transitando por una ruta espectacular. El auto luce increíble, pero luego de mirar el comercial me imagino que cuando el protagonista terminó de filmar, se calza una joggineta y se va a tomar mate a su monoambiente (vamos, es un desconocido actor de comerciales, ¿cuánto puede ganar?).

Un ejemplo más. ¿De que creen que se trata cuando entran a un Starbucks y el cajero les pide el nombre para escribirlo en el vaso y que luego puedan llamarlos por su nombre cuando el pedido está listo? ¡De hacerlos sentir protagonistas de la historia! ¡Claro que si!

Y eso también lo podemos llevar al plano social. A veces voy a reuniones en empresas "importantes" donde todo el mundo está disfrazado de traje, y me reciben en una fría sala de reuniones en donde me invitan a sentarme a un costado de la mesa. Las conversaciones generalmente suelen ser muy superficiales, las risas forzadas, muchas miradas de reojo y como yo ya entro sabiendo que es todo parte de una "historia", un "montaje escénico", trato de ir rápidamente al tema que me compete para concretar lo que sea que haya que concretar (sabiendo que estoy en medio de un ambiente diseñado para hacerme sentir que estoy frente a gente importante) e irme a hacer mis cuestiones.

Nosotros también construimos historias todo el tiempo. Dicen que los sueños son sólo imágenes sin mucho sentido, y se convierten en historias cuando se los contamos a alguien (nos encanta contar sueños porque nosotros somos los protagonistas de esas historias). O cuando nos "ponemos lindos" para ver a otra persona, queremos generar una impresión, que puede ser fiel o no a la realidad, pero definitivamente nos "disfrazamos" y hacemos nuestro personaje.

Cuando nos damos cuenta de todo esto, sobreviene la paranoia. Si todas son historias diseñadas, todas "quieren algo de mi"... ¿hacia donde escapo?. Empezar a descreer de todo lo que sucede a nuestro alrededor es, cuanto menos, triste... y hasta peligroso. ¿Qué hacer entonces?

Primero, creo que hay que ser muy conscientes y asumir esta realidad. Y segundo, tener la cabeza despierta para decidir que historias queremos creer (aún sabiendo que son historias diseñadas) y cuales no. Porque "jugar a que me la creo", puede ser divertido, y hasta beneficioso. Decidir jugar solo en los juegos que nos parecen adecuados, nos pone en una posición de "ventaja" frente a los que están jugando a ciegas en todas las historias que les presenta la vida. Decidir jugar, sabiendo que se trata de un juego nos quita una mochila de presiones, y al mismo tiempo allana el camino para cualquiera que vaya a ser el desenlace.

El tema es para discutirlo largo y tendido, ¡por lo que definitivamente me gustaría conocer vuestras opiniones! Ahora los dejo porque recién vi en un comercial de Coca-Cola, que al momento de destapar una botella la frescura marina se apodera de mi... y si bien sé que luego de tomar la coca volveré a tener calor y mi panza estará inflada, estoy dispuesto a pagar ese precio por un ratito de burbujeante jarabe en mi boca.