Karate-do significa "el camino de la mano vacía", porque básicamente es una disciplina marcial que se basa en la defensa ante un ataque sin ningún tipo de arma. Para ésto, el Karate se apoya en una estrategia fundamental y milenaria, que quizás encuentra sus orígenes en el Taoismo, y que consiste en utilizar el menor esfuerzo posible. De hecho, la mayor parte de las técnicas Karate están "ideadas" para reutilizar la fuerza del oponente contra si mismo.
Hacer el menor esfuerzo posible significa desarrollar un estado de naturalidad especial, en el cual los sentidos están calmos, pero listos para actuar en cualquier momento. A ésta altura, se imaginarán que es más una cuestión de estado mental que un entrenamiento físico. Un buen Karateca de 50 Kilos puede derribar a un mastodonte de dos metros con solo un movimiento.
En este sentido, el Karate-do es muy similar a otra disciplina oriental denominada Zen, que es menos física, y en la cual me interesé hace muchos años (aunque nunca me haya tomado la molestia de estudiarla en serio). No voy a ni siquiera intentar definir "qué es el Zen", porque estaría faltandole respeto a la gente que si sabe algo del tema, pero he leído algunos libros, visto algunos documentales, y descubrí sus valores por medio de algunas prácticas, que creo que puedo explicar en palabras sencillas, y estoy convencido que pueden ser aplicados a cualquier actividad cotidiana.
Gran parte del meollo del Zen consiste en hacer el menor esfuerzo posible, dejándose llevar por el flujo de lo que sucede, y reutilizar la fuerza que nos rodea a nuestro favor.
Digamos que es una especie de "Karate para la mente", que apareció hace unos cientos de años como una disciplina que buscaba aliviar los oponentes psicológicos como el sufrimiento, el miedo y la ansiedad, entre otros. Como si fuera una especie de "arte marcial mental" que inventaron los chinos; el Zen es una disciplina que por medio de ejercicios y meditación, busca liberar a la mente de la dinámica alocada de estar constantemente viajando en el tiempo, lamentándose por el ayer y preocupándose por el mañana, ignorando metódicamente el ahora.
¿Les suena esto último no? Seguramente. Viajar en el tiempo es una de las acciones que mejor sabe hacer nuestra mente. Está diseñada para la supervivencia, y el escáner mental se encarga automáticamente de lamentar el ayer, y buscar amenazas en el futuro próximo. ¿Cómo llego con el sueldo a fin de mes? ¿Y qué pasa si me va mal en el exámen? ¿Que pensarán de mi si hago un papelón? Son pensamientos constantes que nos hacen viajar en el tiempo, imaginándonos siempre el camino más trágico, y haciéndonos pensar coartadas para sobrevivir a esas situaciones. Lo cierto es que, mal o bien, las cosas siempre se resuelven de un modo u otro, ustedes y yo estamos acá, y todo el exceso de energía que ponemos en preocuparnos por el futuro (o lamentar el pasado, que en definitiva no existe) bien podríamos invertirlo en lo que estamos haciendo ahora, no solo para disfrutarlo, sino para hacerlo mejor.
Todo esto suena muy atractivo, pero es un verdadero desafío para la mente occidental. Estamos diseñados para vivir en un mundo de disfuncionalidad cerebral, y sabemos que los hábitos mentales no se borran jamás (se reprograman pero solo con esfuerzo y fuerza de voluntad).
Aún así, creo que el esfuerzo vale la pena. Creo que cualquiera que se jacte de llevar a cabo cualquier tipo de actividad creativa/generativa (esto es, todos nosotros), debe leer algo sobre Zen. Artistas, científicos, programadores, deportistas, etc. van a encontrar en el Zen pequeñas herramientas para ayudar a limpiar la mente de la conversación basura, y desarrollar un estado fino de concentración y entrega hacia lo que sea que esten haciendo.
Les dejo tres técnicas Zen para reordenar la mente, y empezar a desarrollar nuestro sentido del "aquí y ahora":
1. Adoptar el hábito de estar concientes cada vez que un pensamiento "pequeño" se nos cruza. Preocupación, miedo y ansiedad son solo ilusiones mentales que nos pueden llevar a grandes catástrofes en la vida real. Cada vez que aparezcan, podemos pensar "ops, ahí viene el oponente". Y dejarlo ser, recibir su golpe con la consciencia de saber que es solo una ilusión. Esta especie de semáforo es el antídoto principal para detener la conversación estúpida que sucede dentro nuestro a cada momento. Una vez que "revelamos el truco" podemos usar la mente de forma mucho más funcional para reaccionar ante los sucesos de la vida.
2. Meditar. 20 minutos por día. Sentarse en una posición cómoda, contar de 100 a 1 respirando desde el abdomen, y siendo muy conscientes de todo lo que sucede: el pasar del aire por nuestro cuerpo, los sonidos que nos rodean, las imágenes que nos tira la mente, todo. Es una excelente forma de experimentar el aquí y ahora.
3. Cualquiera sea la actividad a la que quieren aplicar Zen, háganlo con todo el corazón, sin distracciones, con toda la concentración que su ser pueda aplicar en ese momento. Puede ser una gran obra de arte, o la preparación del desayuno de mañana; el resultado va a ser una experiencia mucho más satisfactoria. Pero debe ser hecha a fuerza de voluntad.
Si quieren empezar, les puedo recomendar los libros de
Alan Watts, los de
D.T Suzuki, y los varios documentales que hay en Youtube. Si les interesa, les adelanto que no es un camino de rosas, y ni siquiera promete un destino de iluminación, pero la experiencia de transitarlo es definitivamente de sumo valor.